25/6/11

El que coma de este pan vivirá eternamente

Evangelio según San Juan 6,51-58. 
 
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".   Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". 
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Reflexión del Santo Evangelio

“Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes” - Aquí está el secreto de nuestra Fe, el que llega a descubrir este misterio encuentra la salvación, la felicidad, el amor, la fe, la esperanza, la alegría, es El cuerpo de Cristo que es entregado a nosotros,” el cordero de Dios que quita el pecado de mundo, dichosos los invitados a esta Cena” – el que come su carne y bebe su sangre escoge la bendición en vez de la maldición, la vida en vez de la muerte, la luz por las tinieblas, renuncia al infierno y elije el cielo, saca de su vida el mal, y acepta el bien.

El que renuncia al cuerpo y la sangre de Cristo, acepta la muerte en vida,  elije estar más cerca de las tinieblas y la oscuridad, que de la luz y del bien. Una elección que aquí en la tierra quizás crean que no se nota, pero a la hora de pasar a la vida eterna, lo más seguro es que sea recibido, no por el dueño del cielo Dios, si no, por el Rey del mal. Oremos ahora que estamos vivos por cambiarnos a Dios, y aceptar su cuerpo y su sangre, quizás una vez ya en el otro mundo, no existe tanto perdón y misericordia como la tenemos ahora que estamos vivos. Amen

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