Es posible que nunca lleguemos a expulsar formalmente a Cristo de nuestra vida, sin embargo, es posible que lleguemos a hacer lo equivalente expulsando a nuestro hermano o a nuestra hermana. En este caso ¿De qué sirve nuestra fe en Cristo, si ella no se comprueba con el amor al prójimo? No podemos ser cristianos solo por una cuestión de fe, comencemos a ser cristianos por una cuestión de amor.
No podemos seguir expresando el amor solo de labios y de oídos, no podemos seguir diciendo te quiero, te amo, solo de palabras, sin hechos contundentes hacia nuestros padres, hermanos, hijos, amigos, esposa(o), en ocasiones no nos detenemos a pensar si nuestras palabras son coherentes con nuestras acciones y actos con lo demás.
De nada sirve un te quiero a una madre, cuando la haces sufrir o simplemente sabe que no eres feliz por la forma en cómo has decidido tomar el rumbo de tu vida, o un te amo a una esposa(o), cuando por cada palabra bonita, le regalas muchas infelicidades, de nada sirve que des cosas materiales, cuando no se pueden disfrutar por la infelicidad que tu proporcionas por tus actos.
Es preferible que no digas nada, pero a cambio con tus actos desinteresados, haz feliz a tus semejantes, y contribuyas no a seguir dejando huellas de amargura, si no a borrarlas con paños de felicidad y es casi seguro que no tendrás que pronunciar nada, ni regalar nada.
No es fácil, pero con la ayuda de Dios, poco a poco serás la luz en la oscuridad, y te convertirás en esa persona con la cual todos querrán conocer más de Dios.
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